¡Qué cinismo e hipocresía mayúscula! marzo 25, 2013 By Alfredo Weinstabl


¡Qué cinismo e hipocresía mayúscula!

marzo 25, 2013
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Una forma expeditiva para catalogar moralmente a una persona consiste simplemente en analizar la correspondencia entre sus dichos y sus hechos. Ver si sus acciones responden a lo que expresa o dice.
El diccionario define como cínico a la persona que miente o comete actos vergonzosos con descaro, sin ocultarse ni sentir vergüenza.
En cambio la hipocresía es la actitud constante o esporádica de fingir creencias, opiniones, virtudes, sentimientos, cualidades, o estándares que no se tienen o no se siguen. La persona hipócrita finge cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente tiene o experimenta.
Tenemos en la presidente de los argentinos, Cristina Fernández, un claro, contundente y demostrativo ejemplo.
En realidad esta nota ya casi está de más redactarla ya que todos los argentinos saben de las permanentes flagrantes contradicciones de la mandataria. No obstante la nota tiene por objeto llamar la atención sobre el particular, ya nunca falta el ciudadano despistado, descuidado o  desprevenido que se traga cualquier sapo.
Ejemplos sobre la conducta de Cristina  al respecto, hay cientos, tal vez miles. Simplemente se expondrá los últimos, los más recientes y tal vez más escandalosos.
El primero fue cuando el cardenal francés Jean-Lois Tauran se asomó al balcón de la Basílica de San Pedro y pronunció el esperado “Habemus Papam anunciado por el que el elegido era el cardenal argentino Jorge Bergoglio.
Este anuncio provocó una conmoción  mundial, particularmente en nuestro país por ser el flamante Papa el Cardenal Primado de la Argentina.
Hacía ya mucho tiempo que no de veía una alegría tan intensa y emotiva que llevó a miles de argentinos hasta el llanto y a un entusiasmo casi desenfrenado. Pocas veces se vio a tantos argentinos tan alegres y contentos.
Y no es para menos, la grey de católicos en nuestro país es inmensa y mayoritaria. La grata sorpresa se transformó instantáneamente en una genuina alegría, eufórica y contagiosa al conocerse el resultado de la elección en toda la Argentina. Los feligreses católicos, profundamente emocionados, se reunieron en diferentes plazas para celebrar el nombramiento de nuestro Cardenal como Papa de la Iglesia.
¿Cómo reaccionó la presidente? También fue sorprendida. Pero no precisamente en forma grata. Muy por el contrario, fue una sorpresa realmente desagradable para ella. Tanto Cristina como su difunto marido, eran prácticamente enemigos declarados de Bergoglio. Lo habían hostigado de modo sistemático durante años. Ese cardenal aborrecido, ahora era Papa.  La pareja gobernante no se atrevía a enfrentarse cara a cara con Bergoglio, hasta tal punto que rompieron la centenaria tradición de realizar el tradicional Tedeum de las fechas patrias en la Catedral Metropolitana. Nunca Cristina accedió a los catorce pedidos de audiencia solicitados por el Cardenal.
Trascendió que al enterarse de la elección la presidente sufrió una explosión de furia y de expresiones de profundo disgusto y enojo que a duras penas fue atenuada por su círculo íntimo, temiéndose inclusive que no concurriese a un acto programado en Tecnópolis. En ese acto habló más de veinte minutos antes de hacer una referencia al nuevo Papa, sin nombrarlo y ocultando a duras penas su bronca y enojo. Al día siguiente pronunció otro de sus consabidos discursos diarios en la ciudad de Avellaneda, no haciendo ninguna referencia al nombramiento del nuevo Papa.
El disgusto presidencial rápidamente se contagió a muchos de sus seguidores y aplaudidores que reaccionaron con odio, resentimiento y desmesura contra el Papa. Inclusive se gestó un dossier difamatorio que fue enviado al Vaticano.
No obstante con el corre de las horas la situación dio un vuelco de 180º. Las expresiones de odio y desprecio se convirtieron en alabanzas y Cristina en una muestra excepcional de su metamorfosis ideológica y absolutamente desvergonzada, viajó a Roma para ser la primera en felicitar al Papa Francisco por su consagración.
Pasando a otro caso de cinismo e hipocresía. En el día de ayer en un acto en la Conadep Cristina desconcertó  nuevamente a los argentinos.  Reproduzco algunas de sus frases y expresiones. Habló del odio, de la humanidad “hecha a imagen y semejanza de Dios”, pidió dejar de lado el odio, “reconocer y aceptar al otro en la diversidad”. “Lo que quiero es que no nos peleamos que nos entendamos”, “Lo maravilloso es reconocerse en la diferencia porque Dios nos hizo a su imagen y semejanza pero nos hizo a todos diferentes. Esto es la condición humana, la diversidad, la aceptación de esa diversidad y esa pluralidad. Ahí está la clave para que nunca más vuelva a ocurrir el desencuentro en los argentinos”, “No podemos tener la soberbia de pensar que nunca nos equivocamos”.
Sin lugar palabras sabias y equilibradas y totalmente opuestas a su prédica permanente y sus actos de gobierno. Absolutamente ajenas a su personalidad conflictuada y conflictiva. Sin insultos, sin agravios, sin agresividad. Nada más lejos de su natural ponzoña con el cual envenenó a millones de argentinos y enfrentó sectores entre si. Esta presidente y su perverso y retorcido marido, dividieron al país en dos mitades absolutamente antagónico e irreconciliable.      Nada más lejos de su crispación, mal humor y permanente enojo, sus mentiras, engaños y falsedades.
La hipocresía no es más que  un tipo de mentira o pantalla de su propia reputación.
Parecía que hablaba una persona normal como lo son la casi totalidad de los argentinos. No había bronca, frustración, odio o su característico resentimiento hacia…¿?, hacia todos los que no pensaban como ella.
Sólo pueden haber dos posibilidades para analizar: O lo expresado constituye el primer milagro que logra la personalidad del Papa Francisco o es otra muestra vergonzosa del increíble y escandaloso  cinismo e hipocresía de la presidente.
Dr. Alfredo Raúl Weinstabl

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