Breve clase para los pibes sin clase POR ALEJANDRO BORENSZTEIN
22/03/14
Ok pibe, olvidate. Por ahora al cole no vas más. Al menos si vivís en la provincia de Buenos Aires o en algunas de las otras en conflicto ¿Qué le vamos a hacer? Desde hace años que cada vez que llegamos a marzo no sabemos si las clases van a empezar o no. Finalmente resolvimos el misterio: no empiezan. Listo. Chau. A otra cosa.
Suerte que la designación de Argentina como invitada de honor al Salón del Libro en París ocurrió ahora, porque como viene la mano, en un par de añitos más serán muy pocos los argentinos que sepan leer y escribir.
Con toda franqueza, pibe, es difícil decir quién tiene razón en este conflicto. Por un lado, uno siempre se pone del lado de los maestros en agradecimiento a todo lo que nos ha dado la escuela pública. Se merecen lo que piden y mucho más aún.
Sin embargo (el “sin embargo” es muy útil para entender y escribir sobre el kirchnerismo), algo huele raro. Uno sospecha que detrás de la huelga y del sindicalista Baradel hay una mano negra con ganas de acogotar al Compañero Scioli. Después de todo, se sabe que los kirchneristas sueñan con despertarse una mañana y leer en el diario que al Compañero Lancha se lo comió un cardumen de pirañas en el Delta del Paraná, y a Karina se la tragó un surubí. Por lo tanto, todo lo malo que le sucede al tipo suena a serruchada de piso.
Su propio compañero de fórmula, el Vicegobernador Mariotto, suele encabezar la lista de sospechosos junto a otros que caminan por la Rosada y que, entre todos, conforman buena parte del llamado núcleo duro. Te cuento, pibe, que se denomina “núcleo duro” a ese sector de la política nacional que en 2003 el Compañero Jefe se compró por dos pesos con cincuenta el metro cuadrado y ahora te quieren hacer creer que vale como un piso en la Avenida Libertador. El núcleo duro es a la política argentina lo que las hipotecas basura a la economía norteamericana. Un “Hedge Fund Falsoprogressive”. Apalancados, sobrevaluados y sin ningún respaldo. Otro día hablamos de esto.
El Gobierno Nacional se ha cansado de repetir que aumentó el presupuesto de educación al 6% del Producto Bruto. Sin embargo (¿viste que el “sin embargo” te calza siempre?) pasan los años y la educación pública no levanta cabeza.
Este año, los maestros exigen aumentos por encima del 30% para poder defenderse de la inflación (se lo extraña al Napia Moreno con su INDEC al 9% anual, no?).
Tratando de calmar las aguas, el jefe de Gabinete Capitanich salió a decir, entre el Rivotril que se clava a las 6 de la mañana y el de las 9, que en la Argentina hay “estabilidad de precios”. Obviamente, lo putearon de los cuatro costados de la cancha. Sin embargo (el “sin embargo” sale con fritas, viste?) algo de razón tiene. Los precios están bastante estables: enero casi 4%, febrero casi 4%, parejito, sin variaciones bruscas y con ritmo sostenido. Podés planificar tu economía lo más tranquilo sabiendo que lo que hoy vale 100, en diciembre va a valer 135. O 140, ponele.
Mango más, mango menos, no te vas a equivocar.
El ministro a cargo de este lío se llama Axel Kicillof y, según dicen, viene del marxismo. Sin embargo (creéme que mientras dure el kirchnerismo, el “sin embargo” lo vas a gastar), el tipo está obligado a devaluar, sacar subsidios, elevar las tasas de interés, enfriar la economía, arreglar con el FMI, con el Club de París, con los buitres y garparle a Repsol para ver si podemos finalmente manguearle algo a alguien y tirar un rato más, pateando la pelota para adelante.
Para ser justos, en realidad Kicillof está tratando de levantar el muerto que le dejó Moreno. Extraño capricho de la historia: un marxista dentro de un gobierno falsoprogresista tratando de arreglar el quilombo que le dejó un funcionario que viene de la derecha ultra católica del peronismo.
Lo más divertido del asunto es que, según parece, el verdadero hacedor de esta calma chicha pre-maroma es Fábrega, el presidente del Banco Central, un banquero mucho más cercano al riesgoso mundo financiero de la city porteña que a la heroica defensa del sitio de Leningrado. Todos ellos dentro de una convivencia lo más armoniosa posible. Parece mentira, cuarenta años atrás, si Moreno se cruzaba con Kicillof, lo hubiera colgado de los huevos en la unidad básica más cercana a su domicilio. Pensar que después dicen que el kirchnerismo divide.
Al momento, lo único que el Gobierno atinó a hacer para parar la inflación, después de negarla durante años, es mandar a la gente a controlar a los supermercados con una listita de precios en la mano. O sea: “¿Querían que reconozcamos que hay inflación? ... Ok, hay inflación … ahí tenés … ahora agarrá esta listita y arreglate ...” Mandaron a patrullar hasta a los de Carta Abierta, lo que es una verdadera humillación para estos eruditos y una verdadera injusticia siendo que mientras Ernesto Laclau controla lo que cuesta el Caviar de Beluga en el Harrod’s de Londres, Ricardo Forster tiene que revisar el precio del Procenex Lavanda en COTO. No hay derecho.
En este lío estamos pibe, y por eso los docentes van a seguir protestando. Más allá de que muchos aprovechan la situación para emputecerle la vida al Compañero Lancha. Se les nota cuando alguna que otra bestia peluda se saca el delantal blanco y tira un ladrillazo. Digna prueba del deterioro sin freno de nuestra educación pública.
Mientras tanto, tratá de leer por tu cuenta. Leé historia. Leé ciencia. Leé los diarios. Leé sobre el fútbol que es una fuente inagotable de enseñanzas, leé sobre Crimea, leé sobre política, leé sobre la democracia, el peronismo, el radicalismo, los golpes. Eso sí, y parafraseando a Alan King, si vas a querer leer sobre kirchnerismo y democracia vas a tener que comprarte dos libros separados.
Pibe, leé lo que quieras, pero leé. O tratá de aprender a hacerlo. No queda otra si es que queremos tener un país mejor.
Yo aprovecho esta columna para recordar a mis maestros de la Escuela Pública 1° del Distrito Escolar Primero, el “Juan José Castelli” antes de ser arrasado por la ampliación de la Avenida 9 de Julio.
Mis maestras Magdalena, Margarita, Laura y Miss Silvia, los maestros Luisi, Tramutola, Catenaro, Grassi, Clemenceau, Santarone, Malatesta y tantos otros cuyos nombres se me nublan pero sus rostros y enseñanzas han quedado en mi marulo para siempre.
Pequeños gustos que uno se puede dar porque alguien, alguna vez, me enseñó a escribir. Que yo lo haga como el orto, ya no es culpa de ellos.
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